El cáncer de mama (CaMa) genera un choque emocional que merma la calidad de vida. Se analizó el efecto predictivo de la ansiedad, depresión y estrés sobre la calidad de vida de 102 mujeres mexicanas con el diagnós-tico, de 25 a 60 años, escolaridad indistinta y sin enfermedades psiquiátricas. Tras el consentimiento informado, se les aplicó la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (HADS), la Escala de Estrés Percibido (PSS) y la European Organization for Research and Treatment of Cancer (EORCT-QLQ-C30). Se realizaron análisis descriptivos, relacionales y de regresión lineal intro. Hubo manifestaciones de ansiedad, depresión y estrés; relaciones negativas de ansiedad y estrés con la salud global y la escala de funcionamiento; pero positivas con la escala de síntomas. La ansiedad y estrés influyeron negativamente sobre la salud global y funcionamiento (físico, cognitivo y rol) y positivamente con los síntomas (nauseas, dolor, fatiga, pérdida de apetito y dolor). Se concluye que la ansiedad y el estrés disminuyen la calidad de vida e incrementan la carga sintomática. Se sugiere considerar el efecto por fase del cáncer y tipo de tratamiento, para ratificar el acompañamiento centrado en la disminución de estas manifestaciones a lo largo de la atención
De acuerdo con The Global Cancer Observatory(GLOBOCAN, 2018), el cáncer de mama (CaMa) se posicionó como el segundo tipo de cáncer ya que generó 2 008 849 (11.6%) nuevos casos, y el quinto lugar de defunciones con 626 679 (6.6%). En México, se posicionó en el primer lugar causante de 27 283 (26%) de nuevos casos, así como el 39.5 de incidencia y el 9.9 de mortalidad (de acuerdo con la tasa mundial estandarizada por 100 000); por tanto, es una enfermedad frecuente en población femenina. El CaMa afecta distintas áreas de desarrollo en quien la padece, la mayoría de las afectaciones son de índole física y emocional que propician un desgaste psicológico ante la pérdida de la salud con los estra-gos de los síntomas provocados por el tratamiento y el inminente riesgo de muerte.
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Además, se reportó una baja salud global y fun-cionamiento (de rol, emocional y social); y aumento de síntomas (pérdida de apetito, fatiga, dolor, náu-seas, insomnio y problemas financieros). Esto puede deberse a la presencia y preocupación de sintoma-tología somática que le debilitan físicamente para realizar las actividades de autocuidado y propias de los roles que desempeñan en su vida diaria (Daldoul, et al., 2018; Robles, Morales, Jiménez & Morales, 2009; Valderrama & Sánchez, 2017).
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